Este Viernes 28 de Diciembre tuve la cena de Navidad con mis amigas de toda la vida...
Igual que otros años decidimos hacer el amigo invisible, algún detallito o chorradita de hasta cinco euros.
Las que viven en Madrid lo tienen más fácil, entre Tiger y macrochinos encuentran un sinfín de cachivaches en un plis, pero las que vivimos en una ciudad más, mucho más pequeña, tenemos que agudizar un poquito el ingenio.
Así que aprovechando mi vena culinaria de estos últimos meses decidí regalar unos tarros muy monos rellenos de los famosos Red Velvet cupcakes y cubiertos por frosting de queso.
Los tarros los compré en Casa y los tienen de todos los tamaños, hasta venden telas para cubrirlos tipo tarros de mermelada caseros de la abuela, que quedan fenomenal.
En cada tarro puse dos Red Velvet, que hice siguiendo al dedillo la receta del libro de Alma Aguilar de Objetivo: Cupcake perfecto. Con la receta salen doce, en los tarros puse dos y dos, cuatro, me sobran ocho y mi querido esposo solo se ha comido dos, así que si las matemáticas no me fallan, los seis que quedan se los ha comido una servidora en dos días...no digo más, que el 8 de Enero sin falta, ¡a cerrar el piquito!...pero es que están taaaannnnnn ricos...
Luego hice unas etiquetas con mis súper troqueladoras que ponían Hand made with Love, hecho a mano con amor, con mucho amor, doy fe de ello, y le puse para rematar un lazo y una mini-pinza que compré en mi último pedido a la tienda online de María Lunarillos.
Y se quedaron así de monos.
Por cierto, me lo pasé estupendamente, lo que me pude reir, y es que es genial tener amigos tan buenos, que te conocen tan bien y con los que tienes tanta complicidad.
¡Vamos a por el último día del año!
Besos miles.